En la facultad de Medicina, el profesor se dirige a un alumno y le pregunta:
“¿Cuántos riñones tenemos?”
“¡Cuatro!”, responde el alumno.
“¿Cuatro?”, replica el profesor, arrogante, de esos que sienten placer en pisotear los errores de los alumnos.
“Traiga un fardo de pasto, pues tenemos un asno en la sala”, le ordena el profesor a su auxiliar.
“¡Y para mí un cafecito!”, replicó el alumno al auxiliar del maestro.
El profesor se enojó y expulsó al alumno de la sala. El alumno era, por cierto, alguien que en un futuro se recibiria de medico, pero que trabajaria finalmente de humorista.
Al salir de la sala, todavía el alumno tuvo la audacia de corregir al furioso maestro:
“Usted me preguntó cuántos riñones ‘tenemos’. ‘Tenemos’ cuatro: dos míos y dos suyos. ‘Tenemos’ es una expresión usada para el plural. Que tenga un buen provecho y disfrute del pasto”...
La vida exige mucho más comprensión que conocimiento. A veces, las personas, por tener un poco más de conocimiento o ‘creer’ que lo tienen, se sienten con derecho de subestimar a los demás.
sábado, 8 de marzo de 2014
miércoles, 5 de marzo de 2014
Aburrido de la vida
Había
un hombre de la nobleza, muy rico, que había crecido cansado de la
vida y sin expectativas, tenía todo lo que una persona pueda desear excepto felicidad y
alegría. El dijo: Estoy aburrido de la vida. Me voy a ir al río y voy a
acabar con ella.
Mientras
caminaba solo, sintió una pequeña mano tirando de su falda. miró hacia
abajo y vio a un niño pequeño, frágil y aparentemente hambriento que le
imploraba: Nosotros somos seis. ¡Nos estamos muriendo de hambre! El hombre pensó, ¿por qué no aliviar a esta desdichada familia? Tengo los
medios y mis riquezas ya no van a tener más uso cuando yo muera.
Siguió
al pequeño y entró a aquella escena de miseria, enfermedad y necesidad.
El saco su billetera y vació su contenido. Los miembros de la familia
estaban a su lado con alegría y gratitud. Identificándose aun más con
sus necesidades, el adinerado hombre dijo: ¡Yo vuelvo mañana, y voy a
compartir con ustedes más cosas buenas que tengo abundantemente y no aprovecho!
Dejó
aquel cuadro de necesidad y desdicha contento de que el niño la hubiera
encontrado. por primera vez en su vida comprendió la razón de su
riqueza. Jamás volvió a pensar en acabar con su vida, porque no tenía
sentido ni propósito...
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