Era una isla alejada, que estaba completamente habitada por volcanes.
Un día, en una reunión, todos los volcanes comenzaron a contar sus experiencias. Uno de los volcanes más grandes (y también más ancianos) contó una historia sobre su infancia. "Una vez fui uno de los volcanes más débiles", comentaba, "pero con el tiempo aprendí a mantener la calma".
Un volcán menor se acercó a preguntarle porqué y qué significaba ser débil, y éste le comentó: “Era débil porque no controlaba mi ira, y de un momento a otro erupcionaba y destrozaba todo a mí alrededor”. Aprendí que con erupcionar fácilmente dañaba todo lo que con amor y perseverancia había construído. Me sentía como los seres humanos que con un sólo ataque de ira y con cualquier reclamo dañaba a las personas que tienen cerca suyo.
Enntonces el volcán joven entendió que ser fuerte no es estar activo ni erupcionar, sino que ser fuerte es mantener siempre la calma...
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