En tiempos antiguos, había un rey de Tracia llamado Eagro. Como las mujeres mortales no le satisfacían, se enamoró de la musa Calíope. A ella también le gustó y de su unión nació un niño, al que llamaron Orfeo. Calíope tenía el don divino de poder cantar, que enseñó con destreza a su hijo. Tan hermosos eran los cantos del niño que el propio dios Apolo estaba encantado, y le regaló una lira que tocó con tanta dulzura que hasta las piedras lloraban.
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